Exposición virtual IV Centenario

La conmemoración solemnísima del IV Centenario de la Universidad de Zaragoza, en 1983
Treinta y cinco años después, tras haber presenciado muchos actos de variada clase en el salón Paraninfo de nuestra Universidad e, incluso, habiendo intervenido en bastantes, mantengo la misma impresión que entonces: la ceremonia académica más solemne que ha vivido el hermoso edificio alzado en 1893 fue la del 26 de mayo de 1983. En aquel acto, formalmente convocado como Claustro Extraordinario, tuvieron una culminación ritual y muy estudiada las numerosas actuaciones con las que el alma mater Caesaraugustana recordó el IV Centenario no de su creación legal, sino del comienzo eficaz de los cursos ordinarios. En efecto, el Studium Generale Civitatis Caesaraugustanae fue instituido en 1542, a petición de la Ciudad y por acuerdo de las Cortes del Reino, mediante privilegio de Carlos I. Nació con plenitud de prerrogativas, excepto una, sustantiva: el sucesor del viejo Estudio de Artes medieval carecía de cualquier clase de ayuda económica y hubo de esperar hasta 1583 para el arranque de sus clases, que se produjo por la munificencia de Pedro Cerbuna, prior del Cabildo de la Seo del Salvador.
El gobierno universitario, dirigido entonces por el rector Federico López Mateos, tomó la atinada decisión de dotar al gran acto central de un contenido particularmente significativo: la investidura de doctores honoris causa, que había de recaer en personas de gran mérito y relevancia y en número poco acostumbrado. La ocasión merecía un gesto de esa clase.
La Universidad zaragozana, históricamente, había sido muy parca en la concesión de esta distinción tan apreciada. En el siglo XX la nómina era muy breve(1). Las Facultades se sumaron de inmediato a la iniciativa; y de sus propuestas, sujetas al oportuno escrutinio contradictorio, quedó, finalmente, una lista en verdad distinguida, de once ilustres personalidades (no todos maestros universitarios), de los que diez pudieron participar en el acto. Encabezó la lista Ricardo Lozano Blesa, por Medicina, que tenía otorgado el extraordinario reconocimiento desde 1981, sin que se hubiera procedido a su investidura pública. Y le siguieron Pedro Laín Entralgo (por la misma Facultad); José Manuel Blecua Teijeiro, Pablo Serrano Aguilar, Manuel Tuñón de Lara y Luis Buñuel Portolés (por Filosofía y Letras); Karl Engisch, Eduardo García de Enterría, Manuel García Pelayo y Armin Kauffman (por Derecho); y Gerhard Trautwein (por Veterinaria)(2).
El acto se desarrolló con sujeción a un protocolo deliberadamente arcaizante y que evocaba la época natal. El privilegio fundacional dotaba a la joven Universidad de Zaragoza y “a sus maestros y discípulos”, de las preeminencias y pregorrativas de que gozasen las demás que mejores las tuviesen y, nominalmente, la de Salamanca. De ahí que se optase por resucitar, en la parte central del acto de investidura, un ceremonial en latín, de manera que, en la parte nuclear de la ceremonia, fuese dirigido por el rector y respondido en esa lengua por los doctorandos, según una usanza antigua y que en buena parte de los países más avanzados no se ha perdido, por muy buenas razones (3).
El acto, con un Paraninfo atestado, fue presidido por los reyes Juan Carlos y Sofía, con asistencia del presidente del Congreso de los Diputados y de las Cortes Generales, Gregorio Peces-Barba, que optó por la indumentaria académica, y los ministros de Educación y Ciencia José María Maravall, de Administración Territorial, Tomás de la Quadra, y de Justicia, Fernando Ledesma.
El recinto acogió a más de cuarenta rectores universitarios españoles y extranjeros, que ocuparon la mitad derecha de los estrados frente al Claustro cesaraugustano de profesores (4). Ante este, según la particular costumbre de las ceremonias claustrales zaragozanas, tomaron asiento en sitiales preferentes el arzobispo (Elías Yanes) y el alcalde de Zaragoza (Ramón Sáinz de Varanda), como patronos históricos de la institución. Todas las autoridades significativas y numerosas representaciones civiles y sociales de toda suerte ocuparon las primeras filas de asientos. El rey declaró abierta la sesión y el rector inició el ceremonial, dando paso a las ‘laudationes’ que hacían públicos los méritos de las personalidades objeto de la distinción.
Los elogios a los nuevos doctores fueron pronunciados sucesivamente por los decanos de las cuatro Facultades proponentes(5) y, tras la imposición de los grados y la prestación de la promesa doctoral, que se formuló por el rector en latín -como el resto del ceremonial de investidura (6), el rey impuso personalmente las medallas, uno a uno, a los recipiendarios, que, acto seguido, hablaron, uno tras otro, con la dicha excepción de Luis Buñuel, cuya medalla recogió en su representación su padrino académico. No se hizo una acuñación especial: se empleó la medalla usual de doctor, creada por el Estado en 1893, con la sola leyenda Claustro Extraordinario Universitario, por un lado, y, por el otro, el escudo de España (que, en origen, fue el real), pendiente de cordón de seda con el color de la Facultad correspondiente. Tras las intervenciones finales del rector, el ministro y el rey, se cerró el acto con el canto del Gaudeamus, igitur, emblema universal de las universidades en todos los países cuya cultura es de raíz europea (7). Nadie que estuviera allí ese día habrá podido olvidarlo.
Una manera de contribuir a su recordación es esta exposición documental, con la que el Archivo de la Universidad de Zaragoza, bajo la dirección de Ana I. Gascón, conmemora simultáneamente el Día Internacional de los Archivos.
Guillermo Fatás, Profesor Emérito.
Notas:
(1) No concedió doctorados honoríficos tras la Guerra Civil hasta que optó por conferir tal grado al zaragozano José María Bueno Monreal, recién promovido a cardenal de la Iglesia por el papa Juan XXIII, lo que hizo por la Facultad de Derecho en 1957. Tras él recibieron la distinción los doctores Gunnar Tilander (por Derecho, en 1960), José María Escrivá de Balaguer (por Filosofía y Letras, en 1960), Johannes Vincke (por Filosofía y Letras, en 1961), André Garrigou-Lagrange y Georges Pequinet (ambos por Derecho, en 1965), Giangastone Bella (por Derecho, en 1967), José Lorente Sanz, Francisco Palá Mediano y Luis A. da Gama E. Silva (los tres por Derecho, en 1968), Benigno Lorenzo Velázquez (por Medicina, en 1976), André Cazieux (por Veterinaria, en 1980) y Joe Jin Tjio (por Ciencias, Veterinaria y Medicina, en 1981). El primer doctor honoris causa que encuentro documentado es el ministro Calomarde, turolense, famoso por la frase (se dice que el suceso es apócrifo) “Manos blancas no ofenden” con que salió del paso ante una bofetada de la infanta Luisa Carlota. Fue Caballero de la Legión de Honor francesa, partidario acérrimo de don Carlos María Isidro y muy activo legislador sobre enseñanza.
(2) Los padrinos académicos, que les impusieron el birrete, les entregaron los guantes y el libro y les dieron el tradicional doble abrazo de acogida en el Claustro, fueron otros tantos profesores: de Lozano, Francisco Marín; de Blecua, Leonardo Romero; de Buñuel (que no asistió por su mal estado de salud: falleció el 29 de julio de ese mismo año, en Ciudad de México), Guillermo Fatás; de Engisch, Juan J. Gil Cremades; de García de Enterría, Lorenzo Martín-Retortillo; de García Pelayo, Manuel Ramírez; de Kauffman, José Cerezo; de Laín, José Bueno; de Serrano, Gonzalo Borrás; de Trautwein, Narciso Murillo; y de Tuñón, Juan J. Carreras.
(3) Estos y sus padrinos, con la excepción de Buñuel, se sometieron disciplinadamente la jornada anterior a un ensayo completo. De estos particulares se tuvo al tanto a la Casa Real y a los servicios del Congreso de los Diputados y del Ministerio de Educación y Ciencia. El público asistente recibió una versión bilingüe del ritual, que pudo, así, seguirse por todos con plena inteligibilidad.
(4)Fue en verdad sobresaliente el esfuerzo desplegado por la Comisión Organizadora, que presidía el rector, y cuyo animoso motor fue el secretario general de la Universidad, profesor José Bermejo Vera.
(5) Por Filosofía y Letras, Antonio Beltrán; por Derecho, Juan Rivero; por Medicina, Manuel Bueno; y por Veterinaria, Juan A. Bascuas.
(6) La solicita el Rector y reza así en su parte principal: Semper et ubicumque fueritis, iura et privilegia, honorem Studii Generalis Civitatis Caesaraugustanae conservabitis et semper eum iuvabitis, favorem, auxilium et consilium praestabitis in factis et negotiis Universitatis quotiens fueritis requisiti? Es decir: "Siempre y doquier estuviéreis, ¿guardaréis los derechos, privilegios y el honor del Estudio General de la Ciudad de Zaragoza y lo ayudaréis siempre y le prestaréis vuestro concurso, apoyo y consejo en los asuntos y negocios de la Universidad tantas veces como fuéreis requeridos?".
(7)La Schola cantorum de las catedrales (los Infanticos del Pilar, según popularmente se les llama), dirigida por el canónigo e ilustre musicólogo del CSIC Dr. J. V. González Valle, interpretó exquisitamente un delicado programa ad hoc. En esos días, sin duda los mejores de su historia contemporánea, recibía esta escolanía numerosos reconocimientos en Europa y su bautismo discográfico.
Fondo Documental:
Fondo fotográfico:
Colección Imagen Institucional:
Día Internacional de los Archivos, "Archives: Governance, Memory and Heritage" (programa)